«Dios escogió entre los hijos de Adán un hombre que fuese el mediador de su reconciliación con el género humano. Mas si este hombre hubiese sido pecador como nosotros, incapaz de satisfacer a Dios por sí mismo, ¿cómo hubiera podido aplacarlo a favor nuestro? Menester era, pues, que estuviese libre de todo pecado, hasta del que contraemos por nuestro solo origen».
Tomado del «El interior de Jesús y de María», de Juan Grou, Editorial Angustam Portam.
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