5 de mayo: San Pío V

San Pío V
San Pío V

5 de mayo

San Pío V, papa y confesor

(† 1572)

El gran pontífice de la Iglesia, Pío V, de nombre Gisleri, fue natural de Bosco, villa del estado de Milán, y nació de padres pobres en una humilde choza.

Acertando a pasar por sus pueblos dos religiosos de santo Domingo y viendo al niño Miguel, que así se llamaba, se le aficionaron por ver su buena inclinación y Miguel se aficionó a ellos; y así le llevaron consigo al convento de Voguera, de la provincia de Lombardía.

Terminados sus estudios fue nombrado sucesivamente, prior de varios conventos, obispo de Nepi, cardenal, y finalmente, soberano pontífice. Las ropas interiores que traía eran pobres y remendadas, la estameña de las camisas era de la más áspera, y su mesa era tan parca como la de un pobre oficial.

Cuatro mil escudos gastaba cada año en casar huérfanas; visitaba él mismo los hospitales, y a sus deudos más cercanos los dejó en el estado en que los halló. Con cien mil ducados de gasto, resucitó en Roma el arte de tejer lanas para desterrar las telas de los extranjeros que sacaban el dinero de la ciudad.

Ofrecía un homicida diez mil ducados por librarse de la muerte a que estaba ya condenado, y respondió san Pío: “Si con dinero se rescatase la vida, las penas sólo se hicieran para los pobres”.

Reformó el sacro Palacio y la ciudad de Roma, limpió de forajidos la Italia, solicitó que se coligasen los príncipes de Italia y España para hacer guerra contra los hugonotes, socorrió a Flandes contra los rebeldes a su Dios y a su rey, declaró a la reina Isabel de Inglaterra por hereje, absolviendo a sus súbditos del juramento de fidelidad, esforzó a la reina de Escocia a la constancia en la fe, pacificó la Polonia y procuró unir a los príncipes cristianos contra los turcos, y por las oraciones del santo pontífice se alcanzó la insigne y milagrosa victoria naval de Lepanto.

Finalmente, hizo en seis años de pontificado lo que era bastante para llenar un siglo; y a los setenta y ocho años de edad recibió la corona inmortal de sus heroicas virtudes, apareciéndose a santa Teresa de Jesús, con grande gloria y de camino para el cielo.

Enterráronle en la capilla de san Andrés, donde grabaron este epitafio en mármol: “Pío V, pontífice, restaurador de la religión y honestidad, establecedor de la rectitud y justicia, renovador de la disciplina y costumbres, defensor de la cristiandad. Habiendo dado leyes saludables, conservado a la Francia, coligado a los príncipes y conseguido victoria de los turcos; en heroicos hechos e intentos en gloria de paz y guerra: Máximo, Pío, Feliz y Óptimo Príncipe”.

Reflexión: La noche en que estaban una en frente de otra las armadas de don Juan de Austria y de Selim, ordenó el santo Pontífice que en todas las iglesias de Roma se continuasen las oraciones toda la noche, y el domingo se siguiesen unas a otras. Estuvo él toda la noche en oración delante de un crucifijo y toda la mañana del domingo, hasta que, sentándose a comer, de repente se levantó de la mesa y se puso en una ventana de su palacio, donde estuvo mirando al cielo más de una hora. Al fin, dijo a sus domésticos con grande alegría: Los nuestros han peleado bien y vencido al turco. Vamos a dar gracias a Dios. Notose el día y la hora en que dijo esto, y hallose después ser la misma hora de la batalla y victoria. Mira cuán poderosa es la oración de un santo, que fue sin duda gran parte para que librase el Señor a toda la cristiandad del poder de sus enemigos.

Oración: Oh Dios, que te dignaste elegir por pontífice máximo al bienaventurado Pío V para destruir a los enemigos de tu Iglesia, y para reparar el culto divino, defiéndenos con tu protección para que libres de las acechanzas de nuestros enemigos gocemos en tu servicio de una paz perpetua y estable. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)

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