SAN ADRIÁN
Mártir
¡Ay de vosotros los ricos!,
porque ya tenéis vuestro consuelo en este mundo.
(Lucas 6, 24)
San Adrián se trasladó a Cesarea para visitar en sus calabozos a los confesores de la fe, y fue detenido en las puertas de la ciudad. Interrogado acerca del motivo de su viaje, confesó ingenuamente la verdad y fue conducido a presencia del gobernador, quien lo hizo desgarrar con uñas de hierro y lo condenó enseguida a ser arrojado a las fieras. Como éstas lo respetaron, fue degollado; corría el año 308.
MEDITACIÓN: LOS RICOS SON DESGRACIADOS EN ESTE Y EN EL OTRO MUNDO
I. No obstante que los hombres miren a los ricos como dichosos en este mundo, en realidad son desgraciados. Preciso es que sin descansar trabajen para adquirir y conservar sus riquezas; el deseo de aumentarlas y el temor de perderlas los atormentan sin cesar. Hasta son tan ciegos que no pocas veces no se sirven de sus riquezas por miedo de verlas disminuir. No gozan los bienes de la tierra y no gozarán los del cielo.
II, Considera al rico en la hora de la muerte. Dime por favor, ¿en cuánto estima ahora las riquezas que debe abandonar? ¡Ay!, ¡con qué dolor conoce que ha de morir pronto para ir a dar cuenta de su vida a ese Dios que tanto amó la pobreza y que despreció las riquezas! ¡Muerte cruel!, exclamaba un rey en sus últimos momentos, ¿así es cómo me separas de lo que tanto amé? (Libro de los Reyes).
III. ¿Los ricos serán felices por lo menos después de su muerte? ¿Lo podrían esperar si no redimieron sus pecados mediante sus limosnas? Sus riquezas les proporcionaron los medios para cometer impunemente toda clase de crímenes; porque raro es dar con un hombre que solamente haga lo que debe, cuando tiene el poder de hacer todo lo que quiere. No sin razón Jesús dice a menudo que es difícil que un rico entre en el cielo. Él no quiso discípulos ricos en la tierra; ¡cuán para temer es que no reciba a muchos ricos en el cielo! Cristo, que es pobre, desprecia a los discípulos ricos (San Cipriano).
El desprecio de las riquezas
Orad por los pobres
ORACIÓN
Dios todopoderoso, os suplicamos hagáis que la intercesión del bienaventurado Adrián, vuestro mártir, cuyo nacimiento al cielo celebramos, nos fortifique en el amor de vuestro Santo Nombre. Por J. C. N. S. Amén.
Tomado: de Meditaciones del P. Grosez