23 de febrero
San Sereno, monje y mártir
(† 307)
El glorioso anacoreta y mártir san Sereno, fue griego de nación, y trae su genealogía espiritual de aquel gran celador de la honra de Dios y santísimo profeta Elías, cuyos discípulos y descendientes, desterrándose por, los desiertos, vivían sobre la tierra como ángeles en carne humana.
Moraba, pues, san Sereno en Sirmio de Pannonia, donde tenía un huerto que labraba y cultivaba para proveer a su necesario sustento, gastando el resto del tiempo en la contemplación de las cosas celestiales.
Vino un día al huerto del santo una mujer hermosa y liviana, esposa de un grande amigo del emperador, y viendo allí unas flores bellísimas, que el santo había plantado para su honesta recreación, se puso a cortarlas, imaginando que por ser ella señora tan principal, tenía autoridad para todo, y no había de reparar en el disgusto que causaba al humilde solitario, a quien como mujer gentil miraba con sumo desprecio.
Mas nuestro santo le echó en cara su descortesía, y como viese no ser aquella hora, ni el venir sola, decente a su autoridad, honestidad y modestia, reprendiola ásperamente, diciéndola que no convenía a su persona y calidad entrar en el huerto de un solitario monje, y luego con una santa ira, la echó fuera.
La mujer, que así se vio a su parecer despreciada, escribió una carta a su marido, desacreditando la virtud del honestísimo monje con una atroz calumnia. Irritose sobremanera el celoso marido, y acusó a Sereno delante del emperador, el cual mandó que se hiciese información de aquel falso crimen para que se castigase al reo como se merecía.
Dio el santo cuenta de sí con tan admirable llaneza, que bien entendió el juez su inocencia, y le absolvió. Entonces, el perverso marido, por instigación de la mala hembra, le acusó y denunció por cristiano y capital enemigo de los dioses del imperio, por lo cual Maximiliano le mandó prender de nuevo y le obligó a sacrificar a los ídolos, o al menos a hincar como él la rodilla para adorarlos.
Negose el santo a esta sacrílega veneración de los demonios, y como perseverase constante en la confesión de Jesucristo, sin que bastasen ruegos y amenazas a quebrantar su fe, mandó el tirano que le cortasen la cabeza, y en este suplicio recibió el santo la corona del martirio y de su virginal honestidad.
Reflexión: No es nuevo en el mundo ser perseguida de mujeres livianas y antojadizas la honestidad de los varones justos, y así es digno de alabanza el bienaventurado Sereno cuando considerando el riesgo que podía venirle a su bendita alma de semejante compañía, por ser la mujer deshonesta fuego y rayo que de repente abrasa y hiere, reprendiola y la echó fuera de su jardín por conservar más pura su castidad, mereciendo por este triunfo la corona y palma del martirio. Y aquí has de saber, hijo mío, y asentar bien en tu corazón y en tu memoria, que en estas y demás batallas de la castidad, el que huye es el más fuerte, y el que mejor sabe huir, triunfa con mayor gloria de este capital enemigo. Apártate, pues, de las conversaciones y amistades peligrosas; huye de los espectáculos profanos, y ataja cualquier pensamiento o imaginación contraria a la santa pureza. Si quieres ser casto, esto has de hacer; y si esto no haces, es porque no quieres ser casto.
Oración: ¡Oh Dios omnipotente! concédenos por la intercesión de tu bienaventurado mártir Sereno, que seamos libres de todas las adversidades del cuerpo, y limpios de todos los malos pensamientos del alma. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)