SANTA JUANA FRANCISCA FRÉMYOT DE CHANTAL
Viuda
Bendito sea Dios, que nos consuela
en todas nuestras tribulaciones.
(2 Corintios 1, 3-4)
Santa Juana, durante su matrimonio, se dedicó al ejercicio de todas las virtudes: enseñaba en persona la religión a sus hijos y servidores, los formaba en la piedad y les daba ejemplo de una caridad sin límites. Jamás rehusaba una limosna pedida en nombre de Jesucristo. Después de la muerte de su marido, hizo voto de castidad y, para permanecer fiel, inscribió en su pecho con un hierro candente el nombre de Jesús. Resuelta a romper todo lazo con el mundo, se sometió a la dirección espiritual de san Francisco de Sales y estableció con él la Orden de la Visitación. Afligida, al final de su vida, por espantosas penas interiores, soportó esta prueba con tanta resignación, que Dios la recompensó con un aumento de consolaciones. Murió el 13 de diciembre de 1641, casi a los setenta años de edad.
MEDITACIÓN SOBRE LAS CONSOLACIONES DIVINAS
I. Dios ha consolado a los mártires y a los penitentes en medio de sus suplicios y austeridades. Ha querido con ello hacerles gustar, ya desde esta vida, una partícula de los gozos que les preparaba en el cielo. Si tuviste tú la dicha de gozar de estas consolaciones alguna vez, reconocerás la verdad de estas palabras de san Agustín: Las lágrimas que se derraman en la oración aventajan sobremanera al gozo de los espectáculos profanos.
II. Si nunca experimentaste cuán dulce es el Señor para con aquellos que desprecian los placeres del mundo, haz la prueba. Pero recuerda siempre que para gustar el placer que hay en pertenecer a Dios es preciso renunciar a las vanas satisfacciones del mundo. No te puedes regocijar con el mundo y con Dios; hay que renunciar a uno o a otro.
III. Si después de haberte dado a Dios enteramente no experimentas consuelos sensibles, que Él da o retira a su voluntad, no te aflijas. Dios te ha concedido esas dulcedumbres para atraerte a su servicio: Él te las retira porque te has hecho indigno de ellas por tu vanidad o por tu negligencia en sacar provecho de sus gracias. Por tu bien Jesús te consuela; también por tu bien te retira sus consuelos. Viene a ti y se retira; viene para tu consuelo, se retira por tu interés, no sea que la grandeza de las consolaciones te enorgullezca (San Bernardo).
La resignación
Orad por las almas afligidas
ORACIÓN
Oh Dios omnipotente y misericordioso, que, después de haber abrasado con vuestro amor a la bienaventurada Juana Francisca, la habéis dotado de admirable fortaleza para recorrer la vida por el sendero de la perfección, y habéis querido, por su intermedio, enriquecer a la Iglesia con una nueva familia, haced, por sus méritos e intercesión que, convencidos de nuestra debilidad y confiados en vuestro poder, lleguemos, con vuestra gracia a vencer todos los obstáculos que se oponen a nuestra salvación. Por J. C. N. S. Amén.
Tomado: de Meditaciones del P. Grosez