21 de agosto
Santa Juana Francisca de Chantal, fundadora
(† 1641)
La santísima fundadora de las religiosas de la Visitación, Juana Francisca Fremiot de Chantal, nació en la ciudad de Dijón, cabeza del ducado de Borgoña en el reino de Francia. Era a la sazón el padre de Juana Francisca, presidente del Parlamento de Borgoña, y como un caballero que profesaba la secta infernal de Calvino, le visitase y acariciase a la santa niña y le diese algunos regalillos, ella los arrojó luego al fuego, diciendo: “Ved cómo arderán en el infierno los herejes que no vuelvan a la verdadera fe católica”: y a una criada entrada ya en años, que procuraba apartarla de las cosas de Dios y aficionarla a las del mundo, reprendió ásperamente, diciéndole que no quería que de allí adelante la sirviese en cosa alguna.
Siendo ya de edad competente, la casó su padre con el barón de Chantal, con quien vivió como perfecta casada. Jamás recibía visitas de caballeros en ausencia de su marido; y cuanto podía ahorrar de atavíos y regalos superfluos, lo daba por su mano a los pobres. Llevó con perfecta resignación, ocho años después, la muerte de su marido, herido involuntariamente por un compañero con quien había salido a cazar, y los malos tratamientos que por espacio de siete años recibió en la casa de su suegro, de una antigua criada que hacía burla de su piedad y la trataba como a esclava, y las tentaciones gravísimas que permitió el Señor que la purificasen como el oro en el crisol, de las cuales escribió la sierva de Dios que la afligían tanto, que cualquiera hora del día trocara de buena gana por la hora de la muerte.
Hizo voto de perpetua castidad; y al pedirla por esposa cierto caballero rico y noble, con una lámina candente se grabó ella en el pecho el nombre de Jesús, al cual escogió por perpetuo y divino Esposo. Fundó después la Congregación de la Visitación de María por consejo de su director espiritual san Francisco de Sales, el cual la mudó más tarde en Religión con clausura y votos solemnes, y dio a las religiosas la Regla de san Agustín y otras constituciones llenas de celestial sabiduría, asestando como cimientos de su nuevo instituto la caridad y humildad, y el amor de Dios, como el alma de toda su vida religiosa.
Y prendió tanto fuego este amor divino en el corazón de la santa fundadora, que se obligó con voto a obrar siempre lo que entendiese ser más perfecto y agradable al Señor; y Dios en retorno ilustró a su sierva con esclarecidos dones de profecía, de discreción de espíritus y de milagros, y con la veneración de los príncipes, de los reyes, de los obispos y de los santos. Finalmente habiendo renunciado la santa el cargo de superiora y rehusado siempre el nombre de fundadora, a la edad de sesenta y ocho años, enfermó de muerte, y pronunciando tres veces el adorable nombre de Jesús, entregó su alma a su divino Esposo.
Reflexión: ¿Quién no admira en la vida de santa Juana Francisca, un vivo retrato de la mujer fuerte? Y a la vista de semejante ejemplo de fortaleza, ¿quién no atropellará por dificultades mucho menores que se le atraviesan en el camino de la virtud? ¿Por ventura ha de ser recibido en triunfo el soldado que arrojó las armas y huyó de los enemigos? ¿O ha de entrar por la puerta triunfal del cielo el cristiano que arrojó la Cruz de Cristo y se entregó a los enemigos de su alma?
Oración: Oh Dios omnipotente y misericordioso, que diste un admirable espíritu de fortaleza a la bienaventurada Juana Francisca, y que por medio de ella quisiste ilustrar tu Iglesia con una nueva familia, concédenos tu gracia para vencer las dificultades que se nos atraviesen en tu servicio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)
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