19 de julio
San Vicente de Paúl, confesor y fundador
(† 1659)
El amorosísimo padre de los pobres san Vicente de Paúl, parece que fue de nación español, aunque varios autores de su vida dicen que nació en el lugar de Ranquines de la parroquia de Puy, en Francia.
Habíanle puesto sus padres, que eran unos pobres labradores, a guardar el ganado; mas como le viesen hábil para las letras, le enviaron a una escuela de los padres franciscanos que estaban en la ciudad de Acqs. Habiéndose graduado de bachiller en la universidad de Tolosa, y ordenádose de sacerdote, enseñó por algún tiempo la sagrada teología.
Mas el Señor, que le había escogido para que ilustrase al mundo con el resplandor de sus virtudes y señaladamente de su caridad, le puso en el crisol de la tribulación. Porque haciéndose a la vela para ir desde Marsella a Narbona, en el golfo de León fue asaltada la nave por unos corsarios moros, los cuales mataron bárbaramente al patrón y a otros que iban con él, e hirieron con flechas a casi todos los demás, y entre ellos a nuestro Vicente, y cargándoles de cadenas los llevaron a Túnez.
Aquí, despojado el santo de sus vestidos, encadenado, y mal cubierto con un pobre sayal, como vil esclavo, fue llevado por las calles y vendido a un pescador. Fue comprado después por un viejo médico químico, el cual lo entregó a un sobrino, bárbaro de secta y de costumbres, y paró finalmente en poder de un renegado.
No se pueden decir los grandes trabajos que pasó el santo todo el tiempo de su esclavitud, que fue como el noviciado de su vida santísima. Convirtió al renegado, el cual fue con san Vicente a Roma, y entró en el austero convento de unos religiosos llamados Fate ben Fratelli que servían en los hospitales bajo la regla de san Juan de Dios.
Encaminose luego el santo a París, donde se consagró al servicio de los pobres enfermos del hospital de la Caridad, y pasando después a los condenados a galeras fundó para socorrer a aquellos infelices la Casa Misión de Marsella, donde por librar a uno de los galeotes en extremo afligido, se ofreció a ocupar su lugar y llevar sus hierros, de lo cual le quedó en los pies una hinchazón que le duró todo el resto de la vida.
Fundó la Congregación, llamada de la Misión, de clérigos seculares y fervorosísimos misioneros; instituyó la Cofradía de hombres para asistir a los enfermos, la Hermandad de las Hijas de Caridad para los enfermos de cada parroquia la llamada de la Caridad para los grandes hospitales, y la de las Damas de la Cruz para la educación de las niñas.
Promovió las fundaciones de los grandes hospicios de París para los niños expósitos; socorrió con gruesas limosnas a los pobres de las provincias de Lorena y de muchas poblaciones asoladas por la guerra y el hambre, y asistió al rey Luis XIII, que puesto en el último trance murió consolado en los brazos del santo.
Finalmente, lleno de días y de méritos, a los ochenta y cinco años de su edad, dio su espíritu al Señor.
Reflexión: Apenas se derramó en París la triste nueva del fallecimiento de san Vicente de Paúl, no se oía en toda la ciudad más que esta sola voz: “Ha muerto el santo”. Lloráronle los huérfanos, lloráronle las viudas y todos los pobres exclamaron con lágrimas: “¡Ha muerto nuestro padre!”. Sacerdotes y prelados, caballeros y damas, senadores y príncipes hicieron gran sentimiento por su muerte y comenzaron a venerar su sepulcro, glorificado por el Señor con grandes prodigios, y con la perfecta incorrupción del sagrado cadáver.
Oración: Oh Dios, que revestiste de apostólica fortaleza al bienaventurado Vicente para que evangelizase a los pobres y promoviese el decoro del Orden eclesiástico, rogámoste nos concedas seamos instruidos con los ejemplos de sus virtudes. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)
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