15 de abril
Las santas Basilisa y Anastasia, mártires
(† 56)
Las ilustres y venerables matronas romanas santa Basilisa y santa Anastasia habían recibido la luz de la fe y la gracia de nuestro Señor Jesucristo por mano de los gloriosos príncipes de los apóstoles san Pedro y san Pablo; y quedaron tan devotas suyas, que ni aun después que ellos padecieron el martirio, quisieron dejar por temor humano de reverenciarles; antes recogiendo con todo cuidado las venerables reliquias de aquellos santísimos Maestros de nuestra fe, les dieron secretamente honrada sepultura.
Mas como por este oficio de piedad fuesen acusadas delante del impío y cruelísimo Nerón, este primer perseguidor y fiera sanguinaria, sin respeto de la virtud y nobleza de aquellas piadosas matronas, mandó que las prendiesen y las presentasen a su tribunal cargadas de cadenas.
Pretendió el bárbaro emperador apartarlas del nuevo instituto y vida cristiana que les habían enseñado los santos apóstoles, mas ellas con gran fortaleza confesaron a Jesucristo, diciendo que era verdadero Dios, por el cual habían dado la vida san Pedro y san Pablo, que ellas estaban dispuestas a confesarle también, derramando la sangre y muriendo; si fuese menester.
Entonces mandó el tirano que sacasen de su presencia a aquellas damas tan principales y las encerrasen en la cárcel hasta el día siguiente, en el cual se les concedía nueva audiencia: y venida la hora de comparecer de nuevo al tribunal, mostráronse tan constantes e invencibles en la confesión de Cristo, que luego ordenó el ferocísimo emperador matarlas a poder de tormentos.
Azotáronlas con bárbara inhumanidad, colgáronlas en un potro, y abrasaron sus delicadas carnes con hachas encendidas; y viendo los verdugos que todo esto sufrían ellas sin quejarse, y que no cesaban de invocar el nombre de Cristo Jesús, con gran furor les sacaron las lenguas de la boca y se las cortaron.
Cortáronles después los pechos y las atormentaron cruelísimamente hasta que se cansaron de hacer en aquellos santísimos cuerpos la más horrible y sangrienta carnicería, y como no pudiesen quebrantar un punto la constancia maravillosa de aquellas flacas mujeres y fortísimas mártires del Señor, las condenó el tirano a ser degolladas, y así confirmaron con su sangre y con su muerte la doctrina de Dios que habían recibido de los bienaventurados Príncipes y esclarecidos Maestros de la Iglesia romana.
Reflexión: Mártir murió Jesucristo, soberano autor de nuestra sacrosanta religión; mártires fueron san Pedro y san Pablo y los demás apóstoles, mártires la mayor parte de los discípulos; mártires casi todos los papas de los tres primeros siglos de la Iglesia, y mártires en fin millones y millones de fieles cristianos en toda edad, sexo y condición, nobles, plebeyos, sabios, ignorantes, dignatarios, magistrados, filósofos, centuriones, procónsules, y aun damas y matronas romanas. y delicados niños y doncellas. ¡Oh qué venerable es el edificio de la Iglesia católica amasado con tanta sangre de mártires! El que desprecia estos testimonios de nuestra fe, merece ser despreciado, el que no se convence con este argumento es hombre desatinado, el que solo por querer vivir a sus anchuras se obstina en rechazar la religión católica, diga que no sabe lo que hace, y que su orgullo o sensualidad le han robado el juico: pero sepa que un día clamará contra él toda esa sangre de los mártires tan gloriosamente derramada y tan injustamente despreciada por los insensatos.
Oración: Rogámoste, Señor, que nos concedas perpetua devoción para venerar los triunfos de tus bienaventuradas mártires Basilisa y Anastasia; a fin de reverenciarlas con nuestros humildes obsequios ya que no podemos celebrarlas dignamente. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)