14 de junio
San Basilio Magno, doctor de la iglesia y obispo
(† 379)
Toda la antigüedad ha dado a san Basilio el título de Magno, porque en él, todas las cosas fueron grandes: grande su ingenio, grande su elocuencia, grande sus milagros. Nació en Cesarea de Capadocia y fue hijo de san Basilio y de santa Emilia, nieto de santa Macrina, hermano de san Gregorio Niseno, de san Pedro de Sebaste y de santa Macrina la joven.
Aprendió las letras humanas primero en Cesarea y después en Constantinopla y en Atenas, que era a la sazón madre de todas las ciencias; donde trabó muy estrecha y cordial amistad con Gregorio Nazianzeno, porque eran los dos muy parecidos no menos en el ingenio que en la virtud. Allí alcanzó fama de varón sapientísimo en todo género de letras, y las enseñó con grande aplauso.
Convirtió a Eubulo su maestro; y los dos fueron a Jerusalén a visitar los santos lugares, y bautizarse en el Jordán. Al tiempo que Máximo, obispo de Jerusalén, bautizaba a Basilio, bajó una llamarada de fuego del cielo y de ella salió una paloma que tocó con sus alas las aguas, y luego voló a lo alto, dejando llenos de admiración y temor a los que estaban presentes.
Ordenado de presbítero en Cesarea se retiró, por no ser compelido a aceptar la dignidad de obispo, a un desierto del Ponto, y allí vivió algunos años en compañía de san Gregorio Nazianzeno, con un género de vida tan admirable que más parecían ángeles que hombres.
Mas como en tiempo del emperador Valente, arriano, la herejía como furioso incendio abrasase todo el Oriente, y en Cesarea hiciese grandes estragos, salió el santo de su yermo para oponerse a los herejes.
En esta sazón murió el obispo de Cesarea; y todo el clero y pueblo aclamó por su pastor a san Basilio. En un hambre cruelísima que sucedió, vendió el santo todas sus posesiones, y predicó de la limosna en los templos, plazas, calles y casas de los ricos, con que alivió aquella extremada necesidad.
Edificó para los pobres un hospital tan insigne y suntuoso, que se podía contar entre las maravillas del mundo, como escribe el Nazianzeno.
Habiendo rogado a Dios que atajase los pasos del emperador Juliano el Apóstata, que intentaba matarle y destruir toda la Iglesia de Cristo, fue aquel impío tirano muerto en la guerra de Persia: y queriendo el emperador Valente desterrar al santo, al tiempo de firmar el decreto, la silla en que estaba se quebró, la pluma no dio tinta, aunque la mudó tres veces, y el brazo comenzó a temblarle como si estuviera tocado de perlesía. Entonces se rindió y rasgó el decreto.
La penitencia de san Basilio era más admirable que imitable, y estaba tan flaco que no parecía tener más que la piel y los huesos.
Finalmente, después de haber gobernado santísimamente su Iglesia ocho años, obrado estupendos milagros y escrito admirables libros, murió a los cincuenta y un años de su edad.
Reflexión: Las alabanzas que dan a san Basilio los santos doctores Gregorio Nazianzeno, Gregorio Niseno, Efrén y otros, son tantas y con tan grande encarecimiento, que ellas solas bastan para entender la estimación y veneración con que hemos de honrarle e imitarle. Sigamos pues los ejemplos y doctrinas de este gran doctor de la Iglesia tan lleno de espíritu de Dios, y andaremos seguros por el camino de nuestra eterna salud sabiendo de cierto que agradamos a nuestro Señor, el cual para nuestra enseñanza le hizo tan sabio y tan santo.
Oración: Suplicámoste, Señor, que oigas las oraciones que te ofrecemos en la solemne fiesta de tu bienaventurado siervo y confesor Basilio, librándonos de nuestros pecados por la intercesión y méritos del que te sirvió con tanta fidelidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)
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