1 de julio: San Galo

San Galo
San Galo

1 de julio

San Galo, obispo de Arverna

(† 550)

El venerable obispo san Galo nació en Arverna, ciudad de Francia. Desde su tierna edad resplandeció en él la gracia de Dios; y cuando entendió que su padre quería casarle con una muy ilustre dama, se fue al monasterio cremonense que estaba a seis millas de Arverna y suplicó al abad le recibiese en su compañía y cortase el cabello.

Conocida por el abad su gran nobleza, le dijo que era menester dar cuenta de todo a su padre, que era uno de los primeros senadores del reino, y envió a avisarle de lo que pasaba; el cual luego que oyó tal nueva se entristeció, diciendo: Él es mi primogénito querido, y por eso deseaba casarle; pero si Dios lo quiere para su servicio, hágase su voluntad”. Con esta licencia el abad ordenó al santo mancebo de primera tonsura y le recibió en el monasterio. Tenía tal dulzura y suavidad en la voz cuando cantaba los divinos oficios, que enamoraba a todos.

Llevole consigo a su palacio el obispo de Arverna san Quinciano, para enseñarle en las letras y virtudes; y el mismo rey Teodorico y la reina le tuvieron en la corte en lugar de hijo.

Habiendo un día ido el santo mozo en compañía del rey a la ciudad de Agripina donde había un templo lleno de abominaciones gentílicas, y se hacían cosas indignas de referirse, encendió en él una grande hoguera con que todo lo abrasó.

Por este tiempo murió el santo obispo Quinciano, y aunque Galo no era más que diácono, con universal aplauso fue ordenado de sacerdote y aclamado por obispo. Era amado de toda la ciudad por su afabilidad, humildad y paciencia.

Un día, cierto enemigo suyo le hirió en la cabeza y le dijo mil afrentas y baldones, y el santo se estuvo tan sosegado y sin hablar palabra como si fuera de mármol, y como después le pidiese perdón su enemigo y se le postrase a los pies, el siervo de Dios le abrazó cariñosamente.

Habiéndose prendido fuego en la ciudad de Arverna, y no viendo el santo prelado remedio humano a tanto incendio, acudió al templo y puesto en oración, tomó el libro de los Evangelios y abriéndole salió a vista del fuego, el cual al punto quedó del todo apagado.

Tuvo revelación del día de su muerte, que sería pasados tres días, e hizo juntar a todo el pueblo, y con entrañas piadosas de padre les dio la santa Comunión y su bendición a todos, y el día tercero que era domingo dio su santísima alma al Señor a la edad de setenta y cinco años.

Estando el sagrado cadáver en el féretro puesto en medio de la iglesia, a vista de todo el mundo se volvió del otro lado para estar mirando al altar, acreditando el Señor la santidad de su siervo con otros muchos prodigios.

Reflexión: Fue tan grande el sentimiento que hizo toda la ciudad de Arverna en la muerte de su santo obispo Galo, que por las calles no se oía otra cosa que llantos y gemidos, diciendo: “¡Ay de nosotros! y ¡cuándo mereceremos tener otro tan santo obispo!” Y las mujeres todas iban vestidas de luto y tan llorosas como si hubieran perdido sus maridos, y de la misma suerte los hombres como si hubieran perdido sus mujeres. Roguemos al Señor que dé a su Iglesia santos obispos y celosísimos pastores de su rebaño; pero no dejemos de amarles y venerarles aunque no resplandezcan por extraordinarias virtudes, considerando que están revestidos de verdadera autoridad, y como dice el apóstol, “puestos por el Espíritu Santo para regir la Iglesia de Dios”.

Oración: Concédenos, oh Dios omnipotente, que la venerable solemnidad del bienaventurado Galo, tu pontífice y confesor, acreciente en nosotros el afecto de la devoción, y la esperanza de nuestra eterna salud. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)

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