SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA
Obispo y mártir
El que no ama a Nuestro Señor Jesucristo,
sea anatema.
(1 Corintios 16, 22)
San Ignacio, obispo de Antioquía, tenía en los labios, sin cesar, el nombre de Jesús. Este amor por Jesús encendió su deseo de asemejársele. Fue condenado a ser comido por los leones. Soy —dice el Santo— trigo de Dios que debe ser molido por los dientes de las fieras para ser pan de Cristo. Murió pronunciando el nombre de Jesús, el año 110.
MEDITACIÓN SOBRE EL AMOR A JESÚS
I. Jesús nos dio todo para obtener nuestro amor. ¿Quieres ser amigo suyo? Es preciso que por entero te des a Él. ¡Cuán dulce es dar el corazón, el cuerpo, el alma, a Jesús! ¡Ah!, ¡cuán generoso es este Señor, cuán fiel este Amigo, cuán magníficamente recompensa este Dios a todos aquellos que le sirven! Que las creaturas no me importunen más, yo quiero ser todo de Jesús. Sufriré, mas, qué me importa. En nada tengo los suplicios, no amo esta vida hasta el punto de preferirla al Señor (San Ignacio).
II. Por nosotros ha trabajado Jesús durante toda su vida. Seamos agradecidos para con un amigo tan generoso; que nuestro amor no piense sino en Jesús, que nuestros actos sean todos para Él, que nuestra lengua en todo momento pronuncie su Nombre adorable. Amemos a nuestros parientes y a nuestros amigos porque Jesús lo quiere; hagamos bien a nuestros enemigos por amor a Él. Veamos a Jesucristo en la persona de nuestro prójimo, y el amor se nos hará fácil.
III. Para coronar la ofrenda que de ti mismo y de tus acciones le has hecho a Jesús, es preciso que las realices como Jesús las hubiera hecho. Al comenzar el día llénate de este pensamiento: Quiero ser amigo de Jesús, quiero parecerme a Él. ¿Cómo oraba a su Padre celestial? ¿Cómo conversaba con los hombres? Con frecuencia pregúntate: ¿hubiera hecho esto Jesús como yo lo hago? No te separes de Jesús, que Él sea tu compañero, tu convidado, aún más, que Cristo sea tus delicias (San Pedro Damián).
El amor a Jesús
Orad por China
ORACIÓN
Omnipotente Dios, mirad nuestra debilidad, mirad cómo el peso de nuestras propias obras nos agobia, y fortificadnos por la gloriosa intercesión de san Ignacio, vuestro mártir y pontífice. Por J. C. N. S. Amén.
Tomado: de Meditaciones del P. Grosez